La corrupción del léxico
- Leandro Costa
- 10 feb
- 14 Min. de lectura

Imaginando lo trágico que sería perder la visión en un mundo en el que ya no puedes describir lo que te rodea, no puedes ver nada más que una tragedia, sin embargo, tal vez sea igualmente aterrador vivir sin poder expresar lo que te rodea. La pérdida de la capacidad de comunicarnos nos volvería más animalistas, desprovistos de aquello que nos hizo evolucionar de manera incuestionable, ya que, a través de la escritura, pudimos preservar enseñanzas y crear, incluso en el campo de la ficción, visiones del mundo que podían inspirar al hombre.
La palabra hombre, en el párrafo anterior, se refiere a un ser humano, no restringido a los del género masculino. Semejante explicación parece extraña e innecesaria; de hecho, lo es, sin embargo, lo considero una simple advertencia para el escenario actual, en el que lo obvio, lamentablemente, necesita ser justificado.
La lingüística nos enseña a reconocer cualquier cosa por su signo, que tiene significante y significado. El significante es la forma escrita o sonora de la palabra traducida por nuestra comprensión del mundo, mientras que el significado es el concepto universal de la cosa.
“El signo lingüístico es un elemento representativo que tiene dos vertientes: el significado y el significante. Cuando escuchamos la palabra perro, reconocemos la secuencia de sonidos que componen esa palabra. Estos sonidos se identifican con el recuerdo de ellos que hay en nuestra memoria. Este recuerdo constituye una imagen sonora real, almacenada en nuestro cerebro, que es el significante del signo del perro.
Cuando escuchamos esta palabra, inmediatamente pensamos en un animal irracional de cuatro patas, con pelaje, ojos, orejas, etc. Este concepto que nos viene a la mente es el significado del signo del perro y también queda almacenado en nuestra memoria.
A la hora de utilizar los signos que componen nuestra lengua, debemos obedecer las reglas gramaticales acordadas por la propia lengua. De esta manera, por ejemplo, se puede colocar el artículo indefinido uno antes del signo perro, formando la secuencia un perro, lo mismo no sería posible si quisiéramos colocar el artículo uno antes del signo perro”.
Una vez más parece el ejercicio de explicar lo evidente, sin embargo, tal comprensión es necesaria para observar el riesgo de la llamada neolengua, término originado en el libro de 1984 del autor británico Goerge Orewell, en el que el lenguaje se adapta a los deseos de los poderosos.
Volviendo al punto triste al que hemos llegado, no el de la ficción sino el de los tiempos actuales, hoy es necesario explicar que la hierba es verde, y reafirmarlo cuantas veces sea necesario para que la conciencia no sea secuestrada y la hierba asuma, en la mente de las personas, cualquier otro color que deseen los tiranos.La información se convirtió en el arma más eficaz y, desde el principio, en una forma de esclavizar a millones de personas, incluso antes del uso de la fuerza.
El replanteamiento, que no es más que dar un nuevo significado a una palabra cuyo concepto ya se conoce, es una forma de controlar a las personas basándose en argumentos inexistentes, ya que las falacias se vuelven irrefutables sin contraargumentos, lo que requiere, por regla general, el uso de palabras según el concepto correcto. No hay forma de descartar un argumento, incluso si es falso, sin un debate en el que se desconoce el idioma, peor aún sería cuando palabras conocidas comiencen a tener un significado volátil, generalmente publicado por el creador de la información errónea.
Haré una breve pausa, ya que utilizaré un ejemplo real. Al compartir un post de un grupo (WhatsApp), con participación de la Universidad Federal de Río de Janeiro, sobre el tema llamado “Matematiqueer” (algo sobre matemáticas y agenda LGBT, con dinero público), que contenía el texto “Mira los miembros recién llegados a MatematiQueer”, me sorprendió el siguiente comentario: “Pensé que estaba leyendo un post en francés”, lo cual me llamó la atención, ya que esta afirmación era algo que me preocupaba.
Me encontraba frente a una publicación con el sello de una institución de educación superior que debe proteger su historia, ya que, aunque fundada oficialmente en 1920, es heredera histórica de la Real Academia de Artillería, Fortificación y Diseño, institución fundada por la reina D. María I de Portugal, en 1792, incluso antes de la independencia de Brasil. Sin embargo, la más que bicentenaria universidad arrojó su legado al barro en nombre de una agenda progresista que pretende adulterar la lengua portuguesa para satisfacer sus nefastos deseos de control social.
Se podría sentir arrepentimiento al ver una institución reconocida y costosa hundirse en el suelo, tal vez la ubicación de la Cidade Universitária en la capital de Río de Janeiro tenga más que decir, dado que Ilha o Fundão está rodeada por un verdadero mar de aguas residuales. Pero no es con la UFRJ con quien pretendo tratar, al menos por ahora.
El llamado lenguaje neutral es, sin lugar a dudas, un mal que hay que combatir, así como hay que rechazar cualquier distorsión nociva del lenguaje o seremos esclavos de quienes dictan las reglas, aunque sean volátiles.
Dando el significado que conviene a las palabras, los grupos autodenominados progresistas, lo que ya es una distorsión flagrante, dominan el debate público y someten los términos a argumentos según su abyecto interés.
El aborto, que se traduce en el asesinato de seres humanos en el vientre de sus madres, comienza a redefinirse como un derecho reproductivo, cuando tal expresión debería llevar, y lo hace, a entender que una mujer no podría haber coartado su derecho a ser madre. Parece que los defensores de los derechos reproductivos de las mujeres están luchando contra esas infames imposiciones estatales de la dictadura china sobre un límite en el número de hijos, cuando en realidad quieren matar a los bebés durante el embarazo. La distorsión sirve para engañar a las personas que entenderán un fin distinto al pretendido.
Una vez más, pido permiso al lector para crear una hipótesis, en la que un individuo, sabiendo lo que significa pedir la mano de la hija de alguien, lo hace para tener derecho a amputarle parte de su miembro y extirparlo. Cabe señalar que, por extraño que resulte este ejemplo, no era necesario darle un nuevo significado a las palabras, sólo descontextualizarlas, pues, sabiendo que dar una mano lleva a entender que se trata de una propuesta de matrimonio, el individuo habría pedido usando la literalidad, confundiendo al receptor del mensaje, a diferencia de lo que hacen los falsamente autodenominados progresistas que, yendo más allá, inventan significados a palabras cuyo concepto ya existe para engañar.
Distorsionar el léxico intencionadamente no es perjudicial porque perjudica la comunicación, ya que hay una intención sórdida impulsando este proceso. No se trata de errores inocentes, motivados por la ignorancia o la repetición errónea de un término, de un mes, peligrosamente, una manipulación consciente de las palabras para disuadir a los individuos de dejarse guiar por una agenda abismal de control social.
Como se mencionó, es fundamental saber diferenciar entre errores y corrupción, simplemente porque el primero es causado por falta de conocimiento o desatención y el segundo tiene un fin pútrido, por lo que quienes cometen errores pueden y deben ser corregidos, con la debida educación, solo para que comprendan el uso correcto de su lenguaje, sin embargo, se debe combatir a quienes deliberadamente distorsionan el significado de algo, pues buscan el mal resultado que lleva a tal acción, aunque actúen de manera inconsciente, hipótesis en la que servirá a un propósito extraño, pero igualmente torpe.
Cambiar el lenguaje de forma predeterminada no es natural, por lo tanto, sirve para insertar o modificar conceptos que no están cubiertos por el término, por lo que puede provocar que el receptor del mensaje tenga una impresión falsa sobre algo, desencadenando un detonante o impidiéndole conocer el significado real. Son innumerables las personas que repiten mantras mentirosos plantados por un grupo que, de forma artificial, reformula las palabras para atacar, silenciar o incluso criminalizar a sus oponentes, haciéndose pasar a veces por víctimas cuando en realidad son verdugos.
Términos como opinión pública y sociedad civil dan una idea genérica de que las personas, de manera amplia y sin restricciones, piensan de una determinada manera y actúan en conjunto, cuando en realidad ambas son premisas engañosas, ya que fueron indebidamente apropiadas, o acuñadas, con el objetivo de engañar a quienes buscan el significado más obvio de tales términos.
La llamada opinión pública, expresión que hace creer al individuo que es el pensamiento de la mayoría, en verdad, es la línea editorial de los principales medios de comunicación, lo que hace que las personas que no están de acuerdo con tales posiciones se encuentren aisladas en una sociedad determinada debido a una mentira. Al creer que un tema es visto por la mayoría desde cierto ángulo, quienes tienen una visión disonante terminan viéndose como una pequeña excepción y guardando silencio para apoyar, democráticamente, la posición de la mayoría, la llamada espiral del silencio, sucumbiendo así a los dictados de un grupo que controla los medios de comunicación.
Por otro lado, la expresión sociedad civil, a su vez, tiene un significado específico, siendo, en realidad, un grupo de personas que se reúnen para participar en asuntos públicos aunque no formen parte del Estado, por lo que su significado está honestamente representado en el diccionario, sin embargo, existe una visión hegemónica que termina por considerar que ciertos grupos son dignos de reconocimiento y otros no, así como, provocar que los líderes de dichos grupos sean igualmente considerados aceptables o no. En un principio parece justo considerar que la asociación de personas en defensa de grupos identitarios es beneficiosa, sin embargo, basta que tal facción contradiga agendas progresistas, otra expresión falaz, para que sea rechazada, de ahí la gran dificultad para las líderes feministas de posicionarse en contra de la inclusión de los hombres en el deporte femenino, ya que esto implicaría la infame acusación, aunque falsa, de ser transfóbico.
En la práctica, cuando se defiende la participación de la sociedad civil, lo que se ve en un análisis más profundo es la legitimación de grupos predeterminados que actúan como monopolizadores del debate sobre un tema, excluyendo a quienes se oponen a él, para crear hegemonía política. La sociedad civil, en la vida real, está mucho más cerca de los soviets que de un grupo de vecinos que buscan mejoras para su barrio, como intentan inculcar en la cabeza del ciudadano.
La resignificación distorsionada sirve también para promover, de manera infundada, acusaciones e incluso agresiones, cuando se coloca la etiqueta de fascista a cualquier individuo que se atreva a discrepar de la elite política, legitima, en la mente de los más desprovistos de conocimientos, la agresión contra quienes han sido falsamente identificados como miembros de un espectro político detestable, aun cuando los mismos agresores estén defendiendo descaradamente el socialismo, ya que tal sistema, tal vez aún más mortífero, manipula el llamado anti- -fascistas al mismo tiempo. momento en el que dice ser un defensor de derechos humanos (suena a broma, pero no lo es).
Algunas distorsiones que nos parecen insignificantes, o incluso en broma, pueden traer una trampa en su interior, como el progresismo es una víbora, siempre tendrá veneno en sus colmillos, todo lo que se proponga es, en el mejor de los casos, una forma de bajar la guardia del oponente. Las llamadas resignificaciones no son una excepción.
Sutilmente, pretendiendo valorar a las mujeres en la política, intentaron tergiversar el nombre del máximo cargo de la nación utilizando el término “presidenta”, desconociendo que la palabra presidente es común a ambos géneros, sí, solo hay dos. Por esa época, una reconocida escuela federal de la capital de Río de Janeiro empezó a llamar “alunxs” a sus alumnos, rompiendo una vez más el léxico de la lengua portuguesa.
Luego vino el grito llamado pronombre neutro, que pretende deconstruir el lenguaje en favor de una agenda identitaria surrealista, basada en la voluntad de individuos que intentan liderar grupos etiquetándolos para enseñarles no sin antes “patentar” su creación, ya que, al subdividir los dos géneros reales, crean varios “subgéneros” para satisfacer su nicho de poder. Fraccionándose tantas veces como sea necesario para controlar, robar el control o avergonzar a quienes no encajan en la nueva subdivisión como posible verdugo de los recién emancipados, emerge en el género femenino la figura de la “mujer” trans, en realidad un hombre que se considera mujer, siendo exigidas a quienes no encajan aceptar tal visión bajo pena (en algunos países, real) de ser acusadas de homofobia, sin embargo, el grupo de las “mujeres” trans puede dar lugar a una fracción de “mujeres” trans lesbianas. que no son más que hombres que se definen como mujeres y tienen relaciones con mujeres, en definitiva, un hombre heterosexual que se viste como mujer. Si esto te parece complicado es porque no tiene ningún sentido.
Imaginando que alguien ha perdido la visión y necesita una descripción de un individuo, pero su interlocutor utiliza un “lenguaje neutral”, el pobre ciego se perderá aún más, ya que su mente no será capaz de formarse una imagen basada en el significado de lo que se le dice. Se vuelve una tarea hercúlea explicar que un “hombre” trans gay quedó embarazada y el padre es una “mujer” trans lesbiana, cuando sería sencillo describir que una mujer está embarazada y el padre es un hombre, a pesar de vestirse diferente a lo normal.
Un escenario tan grotesco se daría también si fuera necesaria una descripción detallada de un individuo, ya sea una persona perdida, una víctima en posesión de delincuentes, una víctima de un accidente o el autor de un delito, teniendo en cuenta que el acto de describir personas y objetos no es más que presentar sus características.
La corrupción del léxico es aún más compleja cuando se trata de sustantivos abstractos, ya que con los concretos podemos comparar el cambio y la realidad, de modo que los hombres no quedan embarazadas ni menstrúan, por mucho que ciertas mujeres quieran ser llamadas hombres, este es un hecho que puede servir para alejar el deseo. El riesgo real de resignificar una palabra que se dirige a un sustantivo concreto es cuando existe una fuerza coercitiva, también corrupta, que buscará hacer que los individuos nieguen la realidad, criminalizando la verdad en busca de una narrativa.
Cuando se trata de un sustantivo abstracto, en la mente progresista enferma, basta darle el “pseudosignificado” y repetirlo para creer que es real, el término progresismo en sí es falaz, dado que, se presume progreso, el avance de cierto punto, cuando en verdad los revolucionarios buscan destruir una sociedad para recrearla a su manera, no hay idea de evolución, de progreso, lo que ocupa la mente del revolucionario es la construcción del mundo de manera artificial, por lo tanto disfuncional, para satisfacer su locura por el control de la humanidad y, quizás peor aún, por creer que pueden ocupar el Trono de tronos.
Han dado un nuevo significado, en la mente de los más débiles, a palabras como democracia, fascismo, genocidio, desinformación y tantas otras que podríamos tratarlas por separado, pero lo importante es observar cómo la gente termina asumiendo que tales narrativas son ciertas, coincidiendo con la libertad de expresión unilateral, que una democracia pertenece a quienes están en el poder y que las instituciones son más importantes que las personas a las que deben servir. Los llamados actos antidemocráticos son aquellos dirigidos a personas que quieren protegerse, sin embargo, las críticas contra la nación, incluso en otros idiomas (buscando el clamor internacional) son tratadas como una mera opinión individual.
El mundo se vuelve verdaderamente peligroso cuando el hombre no puede ver hacia dónde va, siendo cobardemente atacado por las sombras, por eso, cambiar el significado del racismo para tratarlo como una herramienta unilateral de persecución, así como crear cada vez más formas de criminalizar opiniones, silenciar coercitivamente la verdad y la conciencia, criminalizar a todos haciéndoles necesitar la indulgencia de quienes pueden juzgar, es repugnante, pues crea una inseguridad jurídica sólo vista en las peores dictaduras.
La Constitución y todo el ordenamiento jurídico se transforman en un mosaico moribundo para satisfacer la intención progresista, todo lo que no agrada a la agenda es sumariamente eliminado o se transfigura para conformarlo a los deseos de quienes se colocaron por encima de todo. Lo que fue construido por tradición, construido con dificultad, es destruido y barrido por personas que, lejos de su misión, se empeñan en realizar un proceso artificial.
Respecto al lenguaje neutral, algo grotesco y sin sentido, la insistencia de los revolucionarios en insertar un neologismo tan corrupto en el léxico de nuestra lengua no es algo pasajero, porque, como se mencionó, tiene un propósito especial, a saber, crear en el subconsciente que no existen definiciones de género y que los conceptos se doblegarán ante los dictados de quienes están en el poder, así como la justicia se contorsiona para satisfacer el poder, dejando de ser justa y convirtiéndose en un instrumento de persecución y control, es decir, en mente revolucionaria, puede modificarse libremente para adaptarse a las nefastas intenciones del centro de poder.
Por mucho que nos resulte atractivo burlarnos del lenguaje neutral, debemos enfrentarlo como la víbora que es, ya que sirve a un mal mayor que corromperá no sólo el léxico de la lengua portuguesa sino que se llevará consigo la conciencia de toda la sociedad. Así como nuestros abuelos nos decían que no confundiéramos libertad con libertinaje, asumir el uso de términos como “todes” para unir a hombres y mujeres, cuando se sabe que la palabra todos ya lo hace, es, en el mejor de los casos, renunciar al legado lingüístico que nos dejaron los portugueses, incluso los romanos.
Desafortunadamente, el mundo no está hecho en el mejor de los tiempos, y someterse al llamado lenguaje neutral es permitirse ser esclavizado por un grupo que utiliza deliberadamente distorsiones de significado para llevar a todos, no a “todos”, al precipicio. La agenda avanzará determinando cómo debe expresarse cada individuo, evitando que quienes no estén de acuerdo expresen sus argumentos por deficiencia léxica.
Bastaría decir que el llamado lenguaje neutro, en sí mismo, fracasará, ya que, artificial y sin aplicación práctica real, estaría condenado al desuso, sin embargo, como se mencionó, universidades y otras instituciones educativas, poco comprometidas con su misión de formación por haber bebido el veneno de la víbora, intentan insertar tal aberración en el contexto, haciendo que sus alumnos asimile el lenguaje para repetirlo como un mantra de su tribu distópica. El intento de comunicarse con términos desconectados de la realidad termina siendo vejatorio, sin embargo, podemos imaginar que en un futuro cercano la adhesión por parte de un gran grupo llevará a los usuarios del lenguaje a la falsa creencia de que es algo normal, por lo tanto, lo que es la excepción será la regla, haciendo que lo artificial cubra la comunicación natural que evolucionó con la civilización, es decir, al revolucionar el léxico tendremos una ruptura entre la civilización ahora construida que servirá de base para la destrucción y la construcción de un nuevo orden. mundo, cuyas formas de comunicación se editan desde la cima de la pirámide de poder.
Es importante resaltar que la imposición carece de legitimidad, aunque sea falsa, para convencer a la mayoría, por lo tanto, la incapacidad de comprender el concepto de algo resultará en la imposibilidad de cuestionar dicha legitimidad, así, un hombre que no puede investigar si la persona con la que pretende casarse es hombre o mujer, no podrá cuestionar por qué sus relaciones no resultan en hijos. Parece y es una locura, pero incluso el concepto de hombre y mujer podría perderse, y entonces el azar será el padre de las generaciones futuras.
En la búsqueda de la legitimidad del lenguaje neutral, las instituciones educativas se han esforzado por inculcarlo en la educación, obligando a las generaciones futuras a asimilarlo. Aún es necesario corromper alguna institución capaz de contaminar de manera más incisiva, como en el caso del sistema jurídico, en el que, traspasando los muros de las universidades, se contaminaron tribunales y otros órganos, amañando finalmente al máximo tribunal del Poder Judicial, lo que permitió torcer la Justicia a favor de la agenda revolucionaria.
He aquí que los peligrosos nombramientos de agentes revolucionarios en la Academia Brasileña de Letras no se limitan a decisiones desafortunadas para complacer a los amigos, ya que, de hecho, el equipamiento de la institución apunta a legitimar la resignificación deliberada y artificial del léxico para vivir la vida a través del lenguaje. Para aquellos que olvidan que el Gobierno alemán afirmó que el nazismo estaba en el espectro de derechas, cuando el cargo de Canciller de ese país lo ocupó una política que inició su vida pública en la extinta Alemania del Este, es decir, para los menos ilustrados, basta que un gobierno de izquierda, del país que estuvo bajo el yugo de los nazis, señale que tan nefasto sistema encuentra un lugar en la derecha y así será.
La Academia Brasileña de Letras tiene una fuerte influencia en el lenguaje, siendo un referente para la investigación e incluso el debate sobre la evolución del léxico, por lo que equipar dicha institución tiene como objetivo legitimar la resignificación de las palabras para que responda a la agenda progresista. Ya son inmortales los ex presidentes José Sarney y Fernando Henrique Cardoso, así como escritores declaradamente progresistas como Merval Pereira y Paulo Coelho, lo que, con el ingreso de la actriz Fernanda Montenegro y el cantante Gilberto Gil, demuestra una clara inclinación de la institución a adoptar una postura cada vez más agresiva para impulsar agendas revolucionarias cayendo en el descrédito o legitimando el absurdo.
Para quienes piensan que esto es imposible, basta una simple lectura: “Los brasileños nativos, con obras publicadas de reconocido valor cultural, pueden postular a la Academia. ABL tiene gran importancia en la sociedad, ya que crea vocabularios y diccionarios para la lengua portuguesa; estudia y evalúa cambios gramaticales u ortográficos; publica obras inéditas o antologías de escritores nacionales; además de repartir premios literarios”.
Como la agenda revolucionaria no se acerca a la realidad, no importa cuánta sangre se derrame en nombre de su experimento social, que fracasará, sino a qué costo. Por eso, es necesario resistir las acciones de los autoproclamados progresistas, incluso si eso significa colocar a la Academia Brasileña de Letras en un marco que respete su historia, relegándola de los valores que alguna vez tuvo.
Los progresistas de más alto rango se consideran señores de todo, creyéndose dioses, por lo que están condenados a caer, como aquel que intentó levantar su trono por encima de las estrellas, y equipararse con Dios, sin embargo, a los revolucionarios no les importa arrastrar al abismo tantas almas como puedan, alimentados por la codicia y la envidia, siempre estarán deseosos de hacer y difundir su mal por el mundo.
Artículo publicado en Revista Conhecimento & Cidadania Vol. I No. 10 Edición abril 2022 – ISSN 2764-3867
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