La pedantería del hombre occidental y sus consecuencias
- Neto Curvina
- 9 mar
- 4 Min. de lectura

El exceso de conocimiento inútil o, al menos, voluble ha arrojado al hombre posmoderno occidental a una espiral involutiva y autodestructiva de contornos patéticos. Al alejarse de los principios elementales de la verdad, representados por la Sabiduría Creadora del Eterno, la Palabra, por así decirlo, el Logos , y absorber como dogmas socioculturales ensoñaciones tejidas en entornos paganos y protoprogresistas, formateados por los herederos de las antiguas tradiciones satánicas babilónicas, egipcias y griegas, vendidas a este Occidente como la gnosis fundamental , la alquimia del bien o el fundamento del conocimiento, de donde debemos sacar nuestras pautas éticas y morales, el hombre occidental cavó su propia tumba existencial, disparó de un tiro mortal su identidad de criatura divina y abrió el camino para que el desorden global –al que convinimos en llamar en algún momento Nuevo Orden Mundial– se adueñara de sus sentidos y se impusiera de tal manera que, como predecían las Sagradas Escrituras judeocristianas, el mundo entero llegaría al estado de “estar en el poder del maligno” ( 1 Juan 5:19 ).
Todo estaba encantado. Lógica y metafísica. Sofismas y política. Y el apóstol Pablo, por medio del Espíritu, advirtió: “¡Pretendiendo ser sabios, se hicieron necios!” ( Romanos 1:22 ).
En el contexto en el que Pablo dice esto, escribiendo en un contexto grecorromano, inmediatamente advierte sobre la degeneración moral que inevitablemente acompaña el alejamiento de Dios y de Su Palabra. Y describe detalladamente las abominaciones y la inmundicia que podemos ver hoy en los medios de comunicación, en el marketing, en los negocios, en las artes, imponiéndose como estandarización de un mundo que simplemente no sabe cómo lidiar con la situación y pierde su tiempo haciendo preguntas vacías e insípidas como: “¿Están locos?”. o “¿Qué creen que van a ganar con esto?” ¿Y por qué no saben responder a estas preguntas? Es sencillo: ellos, los "sabios", no tienen las "herramientas intelectuales" necesarias para interpretar estos signos, porque para ellos, estas "herramientas" o bien no existen, o bien ya no son válidas, o bien son fruto de mentes supersticiosas o fundamentalistas. El no saber que aquello que ellos insisten que no existe o no es parte de la ecuación, se está apoderando cada vez más de sus vidas.
La pedantería occidental tiene varios padres. Descartes es uno de sus principales. Es el rostro del pensador occidental posmoderno, dotado de un pragmatismo conveniente y superficial, que se pierde ante lo trascendental/sobrenatural que gobierna el mundo a través de lo que hemos aprendido a llamar –erróneamente– “ideologías”. Nadie lo describe mejor que el –sí– brillante Pascal: “No puedo perdonar a Descartes; Le hubiera gustado, en toda su filosofía, prescindir de Dios, pero no pudo evitar darle un golpe de muñeca para poner el mundo en movimiento; después de lo cual ya no necesitas a Dios” (Pensamientos, Artículo II, 77). El creador de opinión occidental es demasiado “inteligente” para “admitir” a Dios más allá de lo que establece el protocolo. Él –el hombre– actúa como si dijera al Eterno: “Sé que existes, pero quédate ahí, tranquilo en tu trono, porque mi conocimiento me basta para gestionar mi vida y el mundo que me rodea”. . Pues bien, estamos viendo cómo el hombre es grande en el manejo del mundo que le rodea, que es precisamente este mundo, esta realidad, que día tras día, se le escapa de las manos y se transmuta en una progresiva pesadilla de colores espantosos, sobre la cual él, el sabelotodo pragmático, no puede hacer absolutamente nada, porque ni siquiera admite un concepto básico que se ha respetado desde que el hombre aprendió a hablar: lo invisible gobierna lo visible. Su fe, o lo que ellos entienden por ella, es sumisa a todo lo que sea menor que ella: filosofías, escuelas de pensamiento e ideas preconcebidas del mundo basadas en el entorno en que viven, subvirtiendo la inevitable inmanencia humana y arrojándola a los pies de los delirios freudianos, marxistas y rousseaunianos, entre otros, que desplegaron la alfombra del desorden humano hasta Occidente y fueron recibidos con celebración por el status quo de los siglos que siguieron.
Es por eso que el hombre occidental, los conservadores occidentales, no tienen forma de detener la degradación ética y moral que está envolviendo al mundo. Aunque fuerte en palabras, convencido en ideales y lleno de conocimientos humanos, le falta lo fundamental: la nobleza espiritual de un guerrero de Dios. Y sólo es posible cuando el hombre comprende sus limitaciones intelectuales y deja de intentar explicar lo que se genera espiritualmente utilizando el lenguaje material. ¿O acaso alguien piensa que el hecho de que todos los grandes pensadores progresistas/socialistas eligieran la fe judeocristiana como su gran adversario fue casualidad? La parte realmente ridícula: todos los conservadores lo saben, pero ¿qué hacen al respecto? Caen en la trampa dialéctica de Marx, Freud, Gramsci y otros y, orgullosos de sus conocimientos de estética y neoplatonismo, dan en el clavo de la realidad, que es tener que aceptar a rajatabla un mundo que sólo existe en distopías histéricas, con ese aire melancólico de quien se pasa horas mirando los libros de la estantería y no sabe cuál es la mejor forma de quemarlos.
El sistema se ríe de todo esto. Finalmente encontró el objetivo que siempre quiso: el hombre sin Dios. Un Descartes semimundano, ritualista, supersticioso, desprovisto de dogmas y en abierto rechazo del mundo espiritual. Quien piensa, piensa y piensa, pero no puede hacer más que eso, porque está atado a los lazos “regimentales” de un pragmatismo ilusorio que lo irá asfixiando poco a poco. Una farsa de hombre, desprovisto de poder desde arriba, de identidad ancestral, de profundidad espiritual. El tipo que incluso habla de ética y moral, siempre y cuando no se impongan a los sistemas humanos a los que fueron entrenados para obedecer. Es este hombre pedante, que tiene la alienación espiritual como factor estructural, el gran responsable del desastre que se avecina en el horizonte profético de la humanidad.
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Artículo publicado en la Revista Conocimiento y Ciudadanía Vol. Edición I No. 11 Mayo 2022 – ISSN 2764-3867
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