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Lo que nos enseña Estados Unidos


Lo que nos enseña Estados Unidos

Donald Trump tomará posesión el 20 de enero como el 47º presidente de los Estados Unidos de América. Desde que ganó las últimas elecciones, de manera histórica y contundente, su regreso ha generado varios efectos en todo el mundo y creo que seguirá así hasta el final de su mandato.

Trump venció a Kamala Harris, con Estados Unidos sumido en la inflación y el mundo consumido por guerras, que traen enormes riesgos para toda la Humanidad. Otro desafío para el presidente serán las agendas identitarias y las ideologías, que se han apoderado del escenario global.

Sin embargo, ya han comenzado a soplar vientos de cambio. En materia de guerras, existe una posibilidad real de poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania y se firmó un acuerdo de alto el fuego en Gaza, con liberación de rehenes y permiso para la entrada de ayuda humanitaria en territorio palestino.

Cuando el tema despierta las políticas y sus consecuencias, que han hecho que grandes empresas cambien de postura, regulando las redes sociales y produciendo contenidos dirigidos a colectivos que exigen “igualdad”, Elon Musk, Mark Zuckeberg y Jeff Beezos se han convertido en aliados de Trump, modificando sus discursos y adoptando medidas concretas en sus empresas, para frenar el avance de este discurso ideológico, nombrándose a Musk como miembro de la administración, en la administración que ahora comienza.

En la economía, el dólar y la bolsa alcanzaron precios récord, demostrando que el mercado financiero confía en Trump y sus políticas. Hay promesas de reducir la inflación y bajar las tasas de interés, mejorando la vida de los estadounidenses y, en consecuencia, impactando al resto del mundo.

También existe la promesa de una lucha eficaz contra la creciente delincuencia y la inmigración ilegal, que genera la entrada de condenados por delitos y narcotraficantes, así como de miembros de grupos terroristas, a territorio americano. Y la renuncia de Justin Trudeau, después de hundir a Canadá en las drogas y la violencia, con sus políticas de extrema izquierda de liberalización total de las drogas y despenalización del robo.

Todo esto sucedió antes de la inauguración, haciéndonos creer que muchas otras transformaciones están por venir. Pero es necesario comprender a qué se debe su capacidad para marcar la diferencia.

Donald Trump no es un superhombre, un semidios ni alguien capaz de realizar milagros. Sin embargo, es un hombre de negocios exitoso, un hombre de negocios con garra firme y las ideas correctas en su cabeza, que controla la mayor potencia mundial y sin miedo a enfrentarse a sus oponentes. Y el mundo necesita desesperadamente a alguien valiente.

Muchos detestan su actitud arrogante, su figura y su lenguaje. Sin embargo, no se puede negar que Trump es uno de esos jugadores que llegan para definir el partido, no contentándose con observar la victoria de su oponente desde el banquillo. Después de la catastrófica administración Biden, senil y errante, incapaz de resolver conflictos y tomar decisiones audaces, existía el deseo de una presencia fuerte que tuviera impacto.

Con el mundo al borde de una guerra mundial y al borde de un precipicio de valores y principios morales, Trump -que fue calumniado, difamado, sufrió un intento de impeachment, condenas y dos ataques durante su campaña- se mantuvo firme en su discurso y muestra de públicamente sus virtudes y defectos: no oculta quién es y cuáles son sus propósitos. Esto marca la diferencia, humanizándolo ante sus votantes.

En medio de un frío glacial, Washington espera a su presidente, rezando para que su presencia pueda ayudar al mundo a volver a encaminarse. Como dice mi amigo Roberto Motta, la mayoría de las veces lo que se espera es simplemente la defensa de las “ideas correctas”. ¡Vaya Trump!


Artículo publicado en Revista Conhecimento & Cidadania Vol. IV N° 50 – ISSN 2764-3867


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