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Picanhas y picos de piquete


Picanhas y picos de piquete

El término "pícaro" y sus variaciones, como "picareta" y "picaretagem", tienen raíces históricas y culturales, particularmente ligadas a la literatura española del siglo XVI, más concretamente a la novela picaresca. Estos términos han evolucionado con el tiempo, pero todos comparten un vínculo común con la figura del individuo astuto, a menudo marginal, que utiliza el artificio y el engaño para lograr sus objetivos.

El origen del término "pícaro" se remonta a la figura de individuos que, durante la Edad Media y el Renacimiento, eran vistos como aventureros, a menudo soldados harapientos y hambrientos, procedentes de Picardía, una región del norte de Francia. Aunque la conexión con Picardía es una teoría y no una certeza histórica, el término pasó a asociarse a personas en situaciones precarias, que deambulaban por la sociedad sin una posición definida, pero que poseían habilidades de supervivencia, a menudo basadas en la astucia y el engaño.

En las novelas picarescas, como Lazarillo de Tormes (1554), el "picaro" viene a caracterizarse como una figura de clase social baja, a menudo descrita como sirviente, ayudante de cocina o trabajador de bajo nivel, que utiliza el artificio, el disimulo y la malicia para lograr sus objetivos. El "picaro" es un personaje que, a pesar de su precaria condición, hace gala de una sagacidad y una falta de escrúpulos que le hacen capaz de manipular y engañar a los demás para asegurar su supervivencia, utilizando muchas veces mentiras y estrategias astutas.

El término "pico", derivado de "picaro", comenzó a utilizarse para referirse a las personas que actúan de manera deshonesta, engañosa y tramposa, asociándose así con la práctica del "picking", que describe la actividad de engañar, defraudar o aprovecharse de situaciones mediante artificios. Hoy en día, "estafa" y "picking" son términos populares para describir acciones fraudulentas o engañosas en una variedad de contextos sociales, especialmente en relaciones comerciales, políticas y personales. Estafas como las famosas pirámides financieras, la venta de atractivos turísticos o incluso la promesa de picanha, sacan a la luz la característica más básica de los estafadores y sus estafas: se aprovechan de la buena fe o la ambición de los incautos para conseguir sus objetivos. Es conocida popularmente una expresión muy jocosa que dice que “todos los días salen a la calle un sinvergüenza y un tonto, cuando se encuentran hay negocio”. A veces ni siquiera necesitan salir a la calle.

Ahora que conocemos el origen de las palabras, veamos cuatro historias de grandes bromas históricas. Sólo cuatro, ya que el volumen de casos podría llenar una biblioteca y, desde luego, no queremos cansar a los lectores.

Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, cuya obra no necesita más presentación, fue, en sus primeros años, un artista principiante y aún desconocido. En 1496, con el objetivo de impulsar su carrera y ganar visibilidad, creó una escultura de Cupido durmiendo. La representación de Cupido no fue algo especialmente original, siendo un tema común entre los artistas de la época, y más irrelevante viniendo de un desconocido. Por tanto, esta obra tendría poco valor en el mercado del arte.

Para aumentar sus posibilidades de venta, Miguel Ángel recurrió a un truco: trató la escultura con tierra ácida para que pareciera más antigua. Con ello logró vendérselo a un comerciante llamado Baldassare del Milanese, quien, a su vez, lo revendió al cardenal Riario de San Giorgio. Sin embargo, el cardenal pronto descubrió el fraude y exigió el reembolso. Cuando Miguel Ángel pidió que le devolvieran la escultura de Baldassare, Baldassare se negó, afirmando que preferiría destruirla antes que devolverla.

La relevancia de esta historia, sin embargo, no radica sólo en el fraude en sí, sino en el hecho de que la escultura de Cupido fue la encargada de llamar la atención sobre el talento de Miguel Ángel como escultor por primera vez, marcando un punto de inflexión en su carrera.

En 1920, Charles Ponzi, un italoamericano, se ganó a un gran número de inversores prometiéndoles un beneficio del 50% en sólo 45 días. Su plan consistía en comprar cupones postales de otros países, que luego se canjeaban por sellos en Estados Unidos a precios más altos. Sin embargo, los gastos y el tiempo necesarios para convertir las monedas comprometieron cualquier posibilidad de obtener ganancias reales. Aun así, la publicidad de un cliente a otro impulsó la demanda, y durante un tiempo Ponzi pudo pagar a los inversores más antiguos con el dinero de los nuevos entrantes, manteniendo al mismo tiempo una parte sustancial de las ganancias.

Cuando fracasó el golpe, quedó claro que, para cumplir las promesas de rentabilidad, se necesitarían 160 millones de cupones postales. Sin embargo, sólo había 27.000 unidades disponibles en el mercado. Tras ser condenado y cumplir condena, Ponzi se trasladó a Río de Janeiro, donde vivió sus últimos años en extrema pobreza, falleciendo en 1949. Su nombre quedó ligado para siempre al famoso "esquema Ponzi", que se convertiría en una de las estafas más conocidas del mundo.

Uno de los esquemas piramidales financieros más grandes de Brasil involucró a Fazendas Reunidas Boi Gordo, que atrajo a alrededor de 30.000 inversores y resultó en pérdidas estimadas en 3.900 millones de reales. La propuesta era tentadora: beneficios del 42% en un año y medio, lo que llevó a muchos a invertir sus ahorros. La empresa, fundada en 1988, inició sus operaciones en el mercado, pero fue en los años 90 que comenzó a vender contratos de inversión colectiva (CIC), creando una fachada de actividad agrícola enfocada en el engorde de ganado y la crianza de terneros. Sin embargo, la verdadera base del plan no era la ganadería, sino la contratación continua de nuevos inversores, que financiaron los pagos prometidos a los antiguos.

Durante una década, Boi Gordo creció, e incluso intentó salir a bolsa para regularizar sus operaciones, algo que no evitó el colapso del modelo de negocio. La empresa también invirtió en publicidad, con anuncios protagonizados por el actor Antônio Fagundes durante la emisión de la telenovela Rei do Gado, lo que ayudó a atraer más participantes. Sin embargo, en 2001, Boi Gordo empezó a afrontar graves problemas financieros y ya no tenía recursos para hacer frente a los reembolsos solicitados por los inversores. En 2004, la empresa fue declarada en quiebra, pero el proceso legal que rodea el caso aún está en curso, y se están realizando esfuerzos para intentar recuperar activos y compensar a los acreedores.

En cuanto a la responsabilidad de los implicados, la causa penal contra el fundador Paulo Roberto de Andrade fue cerrada en 2009 por el Tribunal Superior de Justicia (STJ), aunque fue multado por la Comisión de Valores Mobiliarios (CVM) en 2003 por más de 20 millones de reales e inhabilitado para actuar como administrador de empresas públicas durante 20 años. La quiebra y los intentos de recuperar las pérdidas de los inversores expusieron la fragilidad del sistema, caracterizándolo como un típico esquema piramidal, en el que la entrada de nuevos participantes era esencial para sostener los pagos a los más antiguos.

Bueno, estos son casos realmente impactantes. La primera, porque ¿quién sospecharía que Miguel Ángel llevaría a cabo una 'travesura' como la de 1496? El segundo, porque Charles Ponzi popularizó y prestó su nombre a una de las estafas más famosas que aún hoy se practica: la pirámide financiera, que se aprovecha de la ambición que muchos albergan en su interior. El tercero, porque llevó la pirámide financiera a la televisión, invadiendo los hogares brasileños y demostrando que, desde los famosos hasta los anónimos, cada uno puede ser víctima de su propia ambición. Pero, ya que hablamos de bueyes, pasemos a la cuarta y última estratagema.

El entonces candidato Luiz Inácio Lula da Silva (Lula) hizo una declaración sobre los votantes que volvieron a comer picanha. La declaración tuvo lugar el 6 de agosto de 2002, durante un acto de campaña en São Bernardo do Campo, en el estado de São Paulo. En ese momento, Lula se dirigía a sus seguidores e hizo la siguiente declaración, que se hizo famosa: “El domingo nos reuniremos nuevamente con la familia y haremos una barbacoa y comeremos una rebanada de picanha con un poco de grasa untada en harina y tomaremos una cerveza fría. Entonces, hombre, la gente se vuelve loca porque eso es lo que la gente quiere”.

La promesa aparentemente aumentó los votos para el candidato. Evidentemente, no fue sólo esa promesa rica en proteínas y grasas saturadas la que convirtió a Lula en el 39º presidente de Brasil, sino un conjunto de factores que no nos arriesgaremos a explicar en este artículo. El caso es que aquella promesa despertó la ambición y el apetito de muchos, quienes, aunque no tenían medios para comprar ellos mismos la tan ansiada picanha, vieron la posibilidad de beneficiarse. Un detonante mental que secuestró la poca racionalidad de muchos, dando paso a los impulsos más primitivos.

Ofreciendo ventajas inmerecidas o excesivas, despertando ambición y deseo sin necesidad de compensación, prometiendo lo que no se puede garantizar. Todos estos son elementos que podemos encontrar en muchas estafas y fraudes, incluso electorales. Así como en Oseas 4:6, el pueblo continúa pereciendo por falta de conocimiento. Las clases populares todavía votan con el estómago, todavía se dejan llevar por instintos y no por sentimientos nobles. Si la mentalidad no cambia ni siquiera a través del sufrimiento, lo único que podemos hacer es abandonar la vanidad y admitir que siempre hemos sido, somos y seremos dependientes de la misericordia de Dios, porque ni siquiera sabemos pedirla.

“Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastarlo en vuestros deleites. Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios? Por tanto, quien quiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios”. Santiago 4:3."


Artículo publicado en Revista Conhecimento & Cidadania Vol. IV N° 50 – ISSN 2764-3867


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